El trasplante de córnea es un procedimiento quirúrgico en el cual se reemplaza la córnea enferma del paciente con una córnea sana obtenida de un donante. La córnea es una capa delgada y transparente que cubre el frente del ojo, permitiendo el paso de la luz y enfocando las imágenes en la retina, un tejido nervioso que transmite la información visual al cerebro para que podamos ver los objetos que nos rodean.

La córnea puede sufrir diversas alteraciones, como opacidades, edema o deformaciones, que provocan pérdida de visión. El procedimiento quirúrgico se realiza para corregir estas condiciones cuando afectan la transparencia de la córnea. Las causas pueden incluir infecciones, traumatismos, distrofias o alteraciones postoperatorias, como opacidades secundarias a cirugías de cataratas. En estos casos, se lleva a cabo una queratoplastia, que consiste en reemplazar la córnea afectada por una córnea donada.

La cirugía de trasplante de córnea implica reemplazar la córnea enferma por una sana de un donante, cumpliendo con los requisitos legales y pruebas necesarias para la donación según la legislación vigente. Puede haber autotrasplantes, donde se utiliza la córnea del propio paciente para evitar opacidades, o bien se recurre a la córnea del otro ojo. La intervención dura entre 45 y 90 minutos, realizada bajo anestesia local o general. Se retira la córnea afectada y se sutura o coloca la córnea del donante. Hay varias técnicas de trasplante laminar según la patología del paciente. La introducción del láser de femtosegundos ha mejorado la precisión y seguridad de la técnica.

En términos generales, los resultados de los trasplantes de córnea suelen ser buenos debido a la falta de vascularización en este tejido, lo que reduce el riesgo de reacciones inmunes o rechazo. En casos de bajo riesgo, la tasa de éxito es del 95%, pero puede disminuir en situaciones más complejas o cuando la córnea ya está vascularizada. En casos de alto riesgo, el fracaso del trasplante puede alcanzar hasta un 50 o 60%, influido no solo por el rechazo, sino también por condiciones oculares preexistentes como el glaucoma. 

Durante la consulta inicial se suele informar al paciente sobre el pronóstico y algunos pueden requerir inmunosupresores para reducir el riesgo de rechazo.